Para quién son los Cuidados Esenios

Los Cuidados Esenios trabajan a la vez sobre el cuerpo físico y sobre los cuerpos sutiles, lo que les permite tener un amplio registro y ser igualmente eficaces para un problema de salud determinado o para un malestar psicológico profundo. Sin embargo  requieren la cooperación de las dos partes: el acompañante y la persona que lo recibe. El gran arte de la persona que facilita los cuidados esenios radica en el hecho “de ayudar a la persona a sanarse ella misma”. Lo que es la clave de toda verdadera sanación. Sólo sana el que quiere sanarse. El facilitador no es más que un útil por el que la energía pasa, pero jamás podrá construir en nuestro lugar ni recorrer nuestro camino, pues eso somos los únicos que podemos hacerlo.

“Dios mío, dame la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor de aceptar las cosas que puedo y la sabiduría de entender la diferencia”
(Marco Aurelio)

Desde esta óptica, cualquier enfermedad es susceptible de ser trabajada: desde un simple catarro hasta una enfermedad grave, desde una simple contrariedad hasta una profunda depresión, desde hábitos molestos hasta profundas dependencias…

No debemos olvidar que los cuidados esenios no deben ni pretenden sustituir los tratamientos médicos habituales, que corresponden a los estamentos médicos oficiales. Son un complemento que ayudará a la persona a tomar consciencia de lo que le sucede y a restablecer su equilibrio energético, proceso que elevará su estado del ser y facilitará el camino hacia su mejoría, potenciando también la mejor recepción de los tratamientos médicos habituales.

Está por tanto indicado para todos aquellos deseosos de cuidar tanto de la salud de su cuerpo físico como de la salud de su alma, jóvenes o mayores, sanos o enfermos. Todos aquellos que aspiran a un crecimiento personal que les proporcione mayor autoconocimiento y una vida más plena pueden beneficiarse de estos cuidados.

“La soledad es la trampa de quienes cierran sus ojos. Cuando cerramos las persianas de nuestro corazón, no percibimos otra cosa que nosotros mismos”
El otro rostro de Jesus (Anne Givaudan & Daniel Meurois)