Origen: los esenios

El origen de la comunidad esenia, precursores de los cátaros y sucesores de los kobdas, que vivieron en tiempos de la Atlántida, se remonta al tiempo de los Macabeos, unos 150 años antes del nacimiento de Jesús, teniendo su centro espiritual en la “Ciudad de la Sal”, un inhóspito lugar situado en el desierto de Judea y cercano a las riberas del Mar Muerto.

En esta época y lugar, y en el marco de los grupos sociales de la comunidad judía, surgió una minoritaria y pacífica hermandad de hombres y mujeres íntegros, quienes, animados de una firme voluntad de progreso, elevación, y de liberación espiritual, se agruparon fundando una colectividad de perfeccionamiento que sería portadora de nuevas simientes a las futuras civilizaciones.

Eran conocidos por; “los piadosos” y también por los “nazarenos” («nazareno» significa «consagrado a Dios», y también «el que conoce las cosas ocultas»), sin embargo, ellos mismos se denominaban “los Hijos de la Luz”.

La palabra esenio proviene del arameo asaia, que significa médico. En esta misma línea, la palabra Jesús, es en arameo Ioshúa, que viene del verbo leoshía y que se traduce como sanar.  En hebreo a los esenios se les llamaba isiin, término que tiene la misma raíz que Ioshúa.

Explicado esto, no es difícil pensar que dicha comunidad se dedicara, entre otras muchas cosas, al tratamiento y sanación de las enfermedades disponiendo de un espacio (sanatorio) al cual podía acceder cualquier persona o grupo social que allí se acercara en peregrinación (saduceos, fariseos, publicanos etc.), pues su alto grado de consciencia y entrega a remediar los sufrimientos de los hombres, les hacía no distinguir entre castas pues eran conocedores de que, al cuidar al individuo, atendían del Ser Supremo que estaba en él.

Los esenios, profesaban vida monástica, compartían sus bienes, y constituían una hermandad secreta alejada de cualquier inclinación de tipo político siendo reconocidos por su hospitalidad, pureza, pacifismo, bondad y prudencia.

La obra esenia consistía en practicar la hospitalidad, ayudar, consolar y aliviar a las almas dormidas, tratar de despertar a las que estaban a medias, y dar la bienvenida y guiar a las almas despiertas. Denominaron a su enseñanza; “La Nueva Alianza”.

La formación que recibían los esenios era muy amplia y avanzada para la época, y se centraba en conocer el cuerpo físico, y sobre todo el cuerpo sutil-energético, que para ellos era el germen de todo desorden o enfermedad. Era una mezcla de conocimiento de la mente (como la psicología actual) y conocimiento de la emoción y del sufrimiento profundo. En resumidas cuentas: una “medicina del alma”.

Remontándonos a un origen anterior, se supone que nacieron y  fueron utilizadas en la época de la Atlántida, y de ahí transmitidas, antes de la desaparición de dicho continente, a los Egipcios. También se ha observado la práctica de técnicas similares en culturas muy distantes en el planeta, tales como los indios hopi americanos, los mayas o los aborígenes australianos. Y fue en Egipto donde se transmitió dicha enseñanza a los esenios que allí vivieron.

Se dice que Jesús, que nació y se crió en una de estas comunidades esenias, recibió estas enseñanzas, que amplió en sus años de formación en Egipto, y las puso en práctica, llegando a ser el gran maestro sanador y divulgador de las Terapias Esenias en aquel momento.

Estas técnicas vibratorias han sido incorporadas a nuestra época gracias al trabajo de recuperación de su memoria a través de sus viajes en el astral por parte de  Anne Givaudan, investigadora de los mundos sutiles y autora  de más de 25 obras traducidas a varios idiomas, siendo una verdadera impulsora de estas técnicas a nivel mundial. Sus libros son auténticas enseñanzas acerca de los mundos sutiles y energéticos más allá de la vida, pero que también revelan cuestiones clave de nuestra vida terrenal aquí y ahora.

“Aquel que cura los cuerpos contempla cómo se abren las puertas de las almas”
Caminos de nuestro tiempo (Anne Givaudan & Daniel Meurois)

“No se debe intentar curar el cuerpo sin haber antes intentado curar el alma”
(
Platón)

“No se puede enseñar nada a la gente. Sólo se les puede ayudar a descubrir que ya poseen en sí mismos todo aquello que se debe aprender”
(
Galileo)